10 diciembre, 2005

II. Evocación de Marina




Si pudiera llevarte de la mano
a ese lugar que más te ha ensombrecido
verías la alegría que ha existido
y lo maravilloso de antemano.
Si pudiera llevarte a ese lejano
lugar, donde sufriendo has aprendido,
te enseñaría aquello que has perdido
en temer, en mentir, en huir en vano.

Silvina Ocampo.
Amarillo Celeste, A mi infancia


Esa mañana Marina no me despertó. Era inusual, siendo el inquieto y travieso ser que es. Su forma de acecho es el alboroto espontáneo, la ocurrencia lúdica. Desperté solo, convencido de que algo sucedía. La mañana andaba gateando, serían las nueve. El nagual Zacarías se había ido al Chaco, porque debía pasar una especie de iniciación chamánica menor. Estábamos en la casa de doña Carolina, vieja bruja que se unió al nagual cuando él era joven y ella tenía ya cuarenta. No le dio la talla, pobrecita, para quedarse en el equipo del nagual Zacarías y la madrina Sofía, pero su amor sin condiciones y su extrema soledad le impidieron marcharse y pidió quedarse como una especie de ama de llaves. La recuerdo como una abuela de amargura indescifrable y sonrisa generosa, si creyera un poco más en los ángeles me gustaría creer que la sostienen en su gloria en esa remota vastedad que evoca la palabra cielo.
El olor del café que venía de la cocina afectó fuertemente mi decisión de ir a ver a Marina. Estaba especialmente hambriento, y doña Carolina preparaba un desayuno que seguramente me haría elegir el infierno gustoso si sólo en él lo sirvieran. Silvina Ocampo diría eso es del informe, y yo le diría dejémoslo para otra ocasión. Pero al no venir Marina, la misteriosa Tonantzin que el nagual trajo huérfana de Oaxaca, pudo más mi preocupación o mi curiosidad y fui a su habitación a buscarla, donde en ese entonces dormía con Trinidad.
Trini no estaba, porque estaba en la ciudad haciendo un curso de literatura y existencialismo que vino a dar un profesor discípulo del mismísimo Sartre. Trini sabía leer desde los tres años, porque le enseñó la madrina Sofía.
Cuando abrí la puerta, encontré la habitación en penumbras. Apenas la persiana convidaba un poco de mañana, apenas se dibujaban los objetos como si el que los estaba soñando estuviera por caer en lucidez y dar al traste con ellos. El aire estaba detenido como en un cuento de Gabriel García Márquez, pero no por pesadez, sino por fortuita elección o por conmiseración ajena. Marina miraba hacia fuera sin ver y estaba triste. La envolvía una luminosidad imperativa pero desolada, sus ojos acechadores parecían escrutar una mancha de humedad en la
pared, sus manos cedían y no sostenían el vuelo, le pregunté si estaba enferma y me dijo que no. Le pregunté si estaba triste y me dijo que estaba enferma. Pero estaba triste.
No sirvió de nada que para ella evocara flores y cuentos,fabulosos tigres mitológicos, barcos de ámbar con velas de transparencia que remontaban el viento solar, castillos de aire donde las hadas hacían siesta y roncaban sinfonías; no sirvieron las cosquillas ni el café, no pudo doña Carolina con ningún manjar. Jacinto le trajo en la tarde un ramo de violetas, hasta le presté mi bicicleta, pero Marina estaba ida en su pena y con sutileza nos decía que eso pasaría. Pero sólo la madrina Sofía supo que jamás Marina dejaría su tristeza, entonces nos instó a dejarla en paz con sus pensamientos; dijo que cuando Marina encontrara lo que buscaba ver en la mancha de humedad dejaría su habitación y seguiría su vida como si nada. Pero será como si nada, aunque ella no será ya la misma.
Al otro día, en plena siesta, llegó el nagual. Me llevó a la ciudad y me presentó gente amiga. Uno de ellos era un chamán chaqueño que perdió la voz pero ganó el canto de exóticos pájaros, y el nagual me contó que había visto a Rey Colibrí, un misterioso ser de naturaleza semejante a Mescalito, pero más del aire y del día. A mi sólo me interesaba saber qué le pasaba a la Tonantzin, si se iría ese halo gris que le enturbiaba el azul soberbio de su mirada rasgada y gatuna, si cometería sus tropelías como cada día, si hallaría lo que la madrina había dicho que buscaba en la mancha de la pared.
Pero el nagual no me habló de ello. Cinco años después nos explicó a los hombres qué era perder la forma humana, nos hizo dibujos interesantes que aún conservo, nos habló de envase y relleno, de alma lunar y alma solar. No me decía nada su afirmación de que Marina cinco años atrás perdió su humanidad y se convirtió en una criatura de fuego esmeralda y rayo de luna.
Dos años pasaron aún y el nagual me explicó que sin instalarse definitivamente en la tristeza nadie comprende la alegría. Marina es el ser más alegre que conozco, su algarabía contagiosa nos ha sostenido en difíciles crisis. Y si uno se atreve a preguntarle a Marina qué es la tristeza dice una frase enigmática: un colibrí que surge de una mancha de humedad. Y si uno insiste simplemente desaparece o te pisa un pie y sale corriendo, o te besa los párpados y te dice: todas las lágrimas invisibles son la tristeza, todas las lágrimas que llora la noche en silencio y que desconocen los inmortales. Y se aleja riendo, con esa transparencia y esa genuina alegría que los demás, los humanos, nos afanamos por conquistar.

Galo
Mendoza, 13 de octubre de 1999

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Comentarios a la anécdota

Evocación de Marina


¿Qué es la tristeza? En esta anécdota recuerdo lo que aprendimos del nagual: que sin instalarse definitivamente en la tristeza nadie comprende la alegría. Y le tocó a Marina, la más alegre de todos nosotros, pasar por el trance de sumergirse en la plenitud de la tristeza, ir más allá de su estar triste y meter en su ser la tristeza, para ella la tristeza ya no fue un estado sino una instancia de su ser mismo.

Pero tantas cosas no son la tristeza: la autocompasión, la conmiseración, la decepción, las traiciones, la mentira, el dolor. La tristeza es una de las fuuerzas primordiales del universo, tan sustanciales como la materia, la energía, el espacio y el tiempo. Tan sustancial como esas otras fuerzas de naturaleza semejante: el amor, el miedo, la paz, el anhelo de redención, la vitalidad, la esperanza, el odio, la transparencia. El guerrero puede hacer de la tristeza la firmeza que tiene un corazón invencible. La alegría genuina tiene secretas raíces en la tristeza.

La infancia de Marina fue miserable, tan atroz que pudo haberla consumido, hacer de ella un ser para siempre deteriorado en sus ganas de vivir. Y yo creo que esa mañana ella despertó con un recuerdo cabal de su infancia, seguramente todo lo que su tonal había escondido en un falso olvido se le vino encima de golpe, y debió haber sufrido una descomposición de su personalidad. En esas horas de encierro, cuando su mirada andaba perdida, Marina murió, se murió de horror y la enterraron años de maltrato y congoja sin fin, se deslizó hacia adentro por una pendiente abrupta y se cayó en sí misma. Y sólo quedó la sinsensación de la nada, el océano primigenio de la tristeza y ella dejó de ser niña y de ser humana, ya todo no tuvo sentido, una irrupción en el cuerpo de su pasado acabó con su pasado y devoró sus ayeres hasta el día en que se gestaba en un vientre y su rudimentario corazón latía por primera vez. Estuvo más sola que nunca en el mundo porque no había mundo, y ella no era un sujeto, era apenas una inquietud que se sacudía en una matriz de silencio y tristeza. De tristeza y no de olvido, de tristeza y no de anhelo rehizo su alma. Tuvo sólo un aliado, un colibrí, que la acompañó libando y revoloteando a su alrededor, mientras Marina se revestía de nuevo intento y crecía en ella la Tonantzin, la madre nahuatl.

A su edad, la forma humana no era algo del todo acabado, pero los hechos abominables la habían conducido con precocidad a una madurez inestable y sostenida en la ignorancia del ayer. Pero asistida por su aliado, fue nadie, devoró su pasado, se edificó con ladrillos de tristeza, encendió su nagual que se expresó como la divina Tonantzin y cuando volvió al mundo, a este donde estábamos nosotros, era inhumana y fue desde entonces una alegoría de la tristeza y un catalizador de alegría.

Galo

04 septiembre, 2005 01:10  
Blogger JeJo said...

- Buenas ...

De verdad la acnédota es genial , tan atrapante .
El comentario instruye con verdades .

Gracias por compartir ...

06 noviembre, 2006 22:23  
Anonymous Anónimo said...

viendo esta foto me recuerda a una tienda de fantasia http://www.regalius.com

06 noviembre, 2008 19:20  
Anonymous Perla Saucedo said...

Es muy buena anecdota capta la atencion inmediatamente, es genial.

01 septiembre, 2009 03:32  

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